Queridas madres, queridos padres:
La pandemia y sus fatales consecuencias han puesto a prueba los frágiles mecanismos de la globalización así como a toda la jerarquía política: desde las uniones transnacionales, los gobiernos nacionales hasta las autonomías locales.
La propagación del virus ha dictado con una dureza sin antecedentes las medidas políticas, económicas y sociales , a veces con más o a veces menos acierto, que se pensaron necesarias para hacer frente a este invisible enemigo.
Las duras medidas tenían a su vez que garantizar el funcionamiento de los elementos fundamentales del sistema y las cadenas de abastecimiento para evitar el colapso y la pérdida del control social.
Se ha tratado sin lugar a dudas de una época delicada cuya dimensión, como suele ocurrir en la ciencia histórica, comprenderemos mejor con el paso del tiempo. Lo que queda claro es que la crisis pandémica junto al desafío del cambio climático ha cambiado y seguirá cambiando las reglas del juego hasta ahora conocidas.
Las familias en la República Federal de Alemania han vivido y viven esta pandemia de forma muy distinta. La situación concreta familiar (por ejemplo una madre soltera) así como la laboral (pérdida de empleo, la posibilidad de ejercer teletrabajo o no) son aspectos que han marcado el día a día de las familias.
Las familias migrantes han sufrido esta situación de una manera especial: El alejamiento incondicional de su país de origen, vivir la incertidumbre pandémica en un país extranjero donde no siempre se entiende qué medidas son vigentes o a quién preguntar para buscar consejo cuando no se sabe cómo seguir adelante, son algunas de las situaciones que han lastrado a estas familias en la pandemia. De esto se habla muy poco en los medios convencionales.
En este extraordinario contexto tenemos que enmarcar la política educativa y sus consecuencias para las familias. El año escolar va tocando a su fin, en algunas regiones antes que en otras, entre algunas luces y muchas sombras.
Numerosos son los estudios científicos que describen la situación precaria que muchos jóvenes han vivido en el ámbito escolar: falta de dispositivos (ordenadores, tabletas, etc.) así como infraestructuras digitales (cobertura wifi) para seguir las clases a distancia en las escuelas que lo posibilitaron. Menos alentadores son los aún prematuros estudios sobre las consecuencias psicológicas de niños y jóvenes en la pandemia que ya dejan entrever un desolado paisaje.
El absentismo escolar a menudo provocado por la falta de posibilidades (también en la distancia) así como la falta de motivación han sido desgraciadamente constantes en muchas familias migrantes. Este descuelgue pandémico del sistema educativo fortalece la ya precariedad escolar preexistente de muchos jóvenes migrantes donde no siempre se encuentra el adecuado apoyo estructural y lingüístico para el éxito educativo y la garantía de un desarrollo adecuado de la
identidad personal.
Ahora más que nunca queda clara la necesidad de organizarse. Sólo una asociación que reconoce, defiende y da a conocer las necesidades de su comunidad puede ser reconocida y escuchada por las autoridades pertinentes. Las familias necesitan urgentemente el intercambio de experiencias, el compartir de las duras vivencias y el de ser formadas e informadas para ser así conscientes de su situación real y de su ubicación en la sociedad alemana con sus claras obligaciones y menos conocidos derechos.
Sólo de esta manera tendremos los migrantes la posibilidad de mover ficha en el tablero.
Atentamente,
Óscar Vílchez Navarro
Comité de escuelas de la Confederación